El
silencio está tremendamente infravalorado. La gente cree que para estar con
otras personas de forma confortable se tiene que estar hablando el mayor tiempo
posible. En un grupo de más de diez personas el resultado es una horrenda
cacofonía que impide que uno escuche incluso sus propios pensamientos.
Para
aquellos pocos que saben cómo disfrutar de un ambiente tranquilo y silencioso
estar en, por ejemplo, una clase en la que todos los alumnos están hablando al
mismo tiempo resulta muy desagradable, llegando incluso a causar reacciones
físicas como un dolor de cabeza.
El
efecto adverso de estas situaciones se acentúa más por la costumbre humana de
gritar más que el de al lado. De este modo la cacofonía va subiendo el volumen
hasta convertirla en lo que parece una asamblea de gallos al amanecer. Solo que
este amanecer puede durar horas.