domingo, 26 de agosto de 2012

Bajo la lluvia


 

          Había comenzado a llover pasado el mediodía, y en aquel momento el agua caía con tanta fuerza que parecía estar llorando junto con la gente que ocupaba los bancos de la iglesia.

No había podido averiguar quién había fallecido a pesar de que había pasado un día entero, pero a juzgar por el hecho de que mis padres no habían dejado de llorar desde que llamaran por teléfono el día anterior por la tarde, así como que estábamos sentados en primera fila, supuse que era alguien importante para ellos. Digo para ellos y no para nosotros porque, al preguntarles, no me habían dicho quién era, por lo que supuse que yo no conocía a la persona que yacía en ese momento dentro del ataúd frente al altar. ¿Y si era el hermano con el que mi madre hacía veinte años que no hablaba? Mis abuelos también estaban en la iglesia, y se les veía devastados, por lo que no parecía una idea tan absurda.

De todas formas no iba a tardar en averiguarlo: mis padres acababan de levantarse y se dirigían a dar su último adiós al difunto. Yo me puse en pie detrás de ellos y me siguieron mis abuelos.

Cuando llegó mi turno y miré dentro del féretro fue mi propio rostro el que me dio la bienvenida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario