Desayunar
a las ocho de la mañana un día en que no tenía clase ni debía ir a ningún sitio
no era algo que la atrajera especialmente. De hecho odiaba despertarse pronto.
Por
desgracia, se lo había buscado ella solita.
Al
día siguiente tenía el primer examen de aquel cuatrimestre y tenía que
estudiar, por eso llevaba una semana levantándose tan pronto y estudiando hasta
que le dolía la cabeza, a pesar de que al no tener que asistir a clase podría
haberse levantado algo más tarde.
Si
hubiese seguido sus propios planes aquello no le habría pasado. En
retrospectiva, estudiar aunque fuese una hora al día entre semana no parecía
algo tan terrible o, como había pensado ya bien entrado el curso, empezar a
hacerlo un par de horas diarias en diciembre. Había hecho planes, se había
preparado horarios para asegurarse de que podía cubrir toda la materia durante
un mes previo a los exámenes y así evitar, por una vez, el frenético repaso de
los días previos a los exámenes por no haberse preparado nada.
Una
vez hechos, los horarios habían quedado olvidados en un cajón, ignorados por
completo. Había pasado los últimos días de clase y todas las navidades sin
apenas mirar los apuntes y por eso ahora tenía que darse prisa en memorizar
todo lo posible con apenas un par de días de tiempo por examen.
Terminando
de desayunar, se prometió a sí misma que aquello no volvería a suceder y que a
la próxima vez se organizaría bien el tiempo, olvidando convenientemente que
era la misma promesa que llevaba años haciéndose cada vez que llegaban los
exámenes sin que se los hubiese preparado.
Acabas de describir mi vida académica. Es triste, pero cierto -w-''
ResponderEliminarLa tuya y la de otras tantas personas, incluyendo la mía hasta el momento u.u
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